miércoles, 5 de septiembre de 2012

A na li zan do mi perfil comercial, llegué.

Los hombres se ponen a competirme enseguida. Las mujeres aguardan que me disponga a seducirlas.
Esto sucede apenas la otra persona toma contacto visual conmigo. Ambas son sensaciones inmediatamente anteriores a tener, por ejemplo, un intercambio de palabras. Y muchas veces no quiero que procedan de esa manera. Sin embargo parece que es algo inevitable.
Lo que percibo que no entienden es que compito primero conmigo mismo; y segundo que, primero, me seduzco a mí mismo. Aunque mientras escribo esto entiendo que dejando de competir con los demás, también dejé de competir conmigo mismo. Incluso dejando de seducirlas, dejé de seducirme a mí mismo.
¡PUTA MADRE!
¡SOY UN SER SOCIAL!
¡SOY UN SER HUMANO!


martes, 14 de agosto de 2012

Escrito y superado.


Era un púber. Seis semanas me tomó escribir esa carta, desde mi sentir más íntimo; dos semanas más, decidirme a que te llegara la carta, de la forma más romántica y sorpresiva posible. Al día de hoy, son 19 años que no me olvido de ella. No me olvido de ella por lo humillado que me sentí cuando leyeron esa carta delante de todo el grupo, y ella, estaba riéndose a carcajadas, con ellos, sin siquiera mirarme con esa intención de "me-río-porque-no-tengo-los-ovarios-para-respetar-lo-que-sentís-por-mí-y-no-hacer-lo-mismo-que-hace-todo-el-curso". Al contrario, te reíste, ¿de mi incapacidad para decírtelo de otra manera? Todavía no lo entiendo y me duele. Ni siquiera esbozaste un "A mí no me pasa lo mismo". A partir de ahí, se grabó en tu cara, y en la de los demás, esa mueca que dice: "¡Mirá a ese tonto!, ¿cómo te va a escribir algo tan ridículo para decirte lo que siente?". Y después se tapaban la boca, cubriendo la macabra risita difícil de aguantar, al recordar lo ridículo que aconteció esa mañana de octavo grado. Seguro que hasta para vos es vergonzoso acordarte. ¿Qué loco, no? Que después de eso el spotlight de los winners apuntara hacia vos. A veces me consuela el hecho de que se te hayan abierto las puertas que antes la vergüenza no permitía que abrieras. Por que todavía peleo contra eso. También me consuela que te diera confianza para actuar como líder. 
Hoy, mirándolo de lejos, me costó un ridículo, pero supiste lo que sentía por vos, desde lo más íntimo. Fue difícil pero conseguí, parcialmente, lo que quería.

De éste lado del río, a partir de ahí, me costó mucho más expresar lo que sentía, la pared se hizo más alta y los ladrillos se apilaban más rápido de lo que yo trepaba.
Hace unos años te volví a ver en el tren. Te sentaste frente mío. No me reconociste. Es que no pude hablar. Otra vez.

 Pero todo trabajo arduo en la vida tiene sus réditos, recién estoy entendiendo, un poco, los riesgos que conlleva expresar una intimidad. Arranquemos por lo superficial y vayamos ahondando, que hasta -quizás- es más divertido.



jueves, 5 de julio de 2012

Antes de los seis años.

Yo soy un nene. Ajá!, tengo dos añitos. “Sí, ¡dos! ¡Así, dos!”, dice mamá con los dedos, mientras yo sigo dando vueltas por la cocina como un Godzila descontrolado, tocando acá y allá; destrozando acá y allá.
Pero lo hago por pura curiosidad. Por ejemplo: “Esta cosa es muy dura (un vaso de vidrio), entonces si se cae NO se rompe”, pienso. Claro que siempre existe un pequeño error de cálculo. El tema es que soy un increíble científico en potencia que aplica el infalible método de ensayo-error para saber qué sucede con los distintos materiales que dan contra el suelo. Por ende no pierdo el tiempo en llevar a cabo mi propósito “A todo costo” como dice mamá. Como yo soy un científico muy audaz, también me doy cuenta que de repente hace mucho calor y que un olor bien-rico entra por mi nariz. Es hora de que este hombre de ciencia entre en acción. Torpemente pongo cara de sota, como dice papá, y voy dando pasos hacia… “¡El horno! ¡El nene! ¡El horno!” grita mamá.
¡Uia!, papi me ve. “¿Adónde vas?” - y agrega- “¡¿Qué te hacés el sota?!”. Me agarra con las manos debajo de mis axilas y me deja dos metros más lejos de comprobar mi nueva teoría. Pero al menos descubro que lo que hace el calor se llama “el horno”, porque “el nene” soy yo. Torpemente me dirijo hacia “el horno”; torpemente me voy acercando; torpemente me tropiezo con mis piesecitos, entonces, me apoyo en “el horno” con mi mano izquierda y veo adentro una torta, mmm…
“¡Ay, ay, ay! Me duele, me duele, ¡me dueleee…!”, pienso.
Porque yo todavía no sé hablar. Por eso de mi boca sólo sale un humilde y estruendoso “¡Aaah…!”.
Así es como uno aprende. Como uno conoce. Como uno comprueba la teoría de que cuando
hace calor en la cocina, y un aroma bien-rico entra por tu nariz, no hay que apoyar las manos en “el horno”.  Menos si hay una torta adentro por más rica que se vea.

La dura libertad


  Un sudor nervioso y frío se desliza por tu espalda. La última bomba ha caído tan cerca de ti, que ni te acuerdas si aquella pared cubría tu derecha o tu izquierda.
  Recobras la estabilidad. Alzas la mirada, y ves algo. Pero te acomodas el casco y echas otro vistazo. Él te mira. En sus ojos la ira de la impotencia de ser muy pequeño para comprender, corrompe su inocencia. Sus lagrimales están secos, su rostro sigue intentando llorar. Una lluvia de explosiones se ha llevado todo. Su padre, su madre, sus hermanos… ¿Quién sabe? A juzgar por su pequeña estructura, esa criatura no tiene más de cinco años. Se encuentra con los brazos cruzados, protegiendo su cuerpo muy fuertemente. Tiritando de miedo contra la pared. Tiene sus tiernos mofletes colorados cubiertos por el lodo, y alguna esquirla le marca la frente, dejando caer un fino hilo de sangre que gotea desde su nariz. Para cuando asimilas esto, te azota la decepción. No eran otras manos -más que la tuyas- las responsables de protegerlo, a él, a su familia, a su pueblo. Tú, que te haz levantado en armas para defender tu patria y la de todos.  Tú, que ya no sabes cómo hacer para entender que le hayan arrebatado todo, sin que siquiera puedas hacer algo. Nadie podrá quitarte eso de la cabeza. De vuelta lo miras, como si le debieras algo. Pero que no se lo puedes devolver, mucho menos darle respuestas.  Él continúa con la misma actitud, así deja de manifiesto que sus ojos están perdidos en una inmensa profundidad. Repentinamente sientes alguien detrás de ti, te das vuelta. Al sentir los impactos cada vez más adentro, te dejas caer. Y lo quieres ver a los ojos, quieres saber quién se atreve a liberarte. Quieres decirle: "gracias", porque ya nada tenía sentido.  

martes, 19 de junio de 2012

Creer en el poder de la prosa.


Entra pedido, se carga pedido.
Entra número, sale número.
Entra plata, sale plata.

Días enteros arruinados,
Creyendo en el poder,
en el poder de la prosa.

Qué con él me salvo.
Qué sin él no soy.
Qué de él yo aprendo.
Qué por él llego.

Prohibido subestimar
un poder de magia,
de misterio.

Aquél que sabe
por qué gusta.
Se conoce,
pero bien dentro.

Entra letra, entra letra,
Entra letra, entra letra,
Sale cuento, te lo cuento:

Vuelve alegría,
Vuelve vida,
vuelve pasión.

martes, 24 de enero de 2012

REDONDEANDO UN PAR DE TEXTOS

M

Mc Donald´s, ¡la concha de tu madre! ¿Por qué mierda no me dejás ver el mail ni me das acceso a ninguna red social? ¡La puta que te parió! Me das baño gratis…, ¿y te ponés ortiva con Internet? Ves que sos la peor escoria que existe. ¡Qué poco te fijas en mis necesidades! ¡Y qué mal que le hacés a mi salud! La verdad, es que recién me pongo  pensar en lo insano que sos cuando no me dejas hacer algo tan simple como chequear mis mails. De no ser así, ni me hubiera hecho problema. ¡Mc puto!

Av. Scalabrini Ortiz.
18 de diciembre de 2011, 19.27hs.


Jazzy

De pronto me pudrí y quise escribir para mí. Sólo por el placer de hacerlo. Desde ya que no es algo, en absoluto, original. Sin embargo hay algo que siempre me empuja a olvidarme del quilombo que hacen las mujeres holgazanas, que se ríen “a tontas y a locas” en éste local de comidas rápidas. Así también me olvido del bullicio que colma el ambiente cerrado, pero bien acondicionado, por unos aparatos blancos y largos.
Lentamente consigo hacer a un lado todos los ruidos que son molestos a mis oídos. Lo hago sobre todo para rescatar esa melodía que jazzea allá al fondo como sonido ambiente y todo a mi alrededor retrocede 60 años. Ahí suben al escenario los vientos. Se quedan al lado del piano, mientras ella prevalece con esa voz radiante. Luego de una primera hipnosis descubro que detrás golpean el contrabajo junto a la batería, ambos generan el lecho superfirme de rosas donde remane esa tierna voz femenina. Lentamente y al compás se va uniendo la voz de él, para fundir en un decoroso final con el volumen de la banda que va disminuyendo en syncro hasta el infinito de mi mente en un momento que nunca se acaba. 
Seguía el desfile de jazzeros. Mi atención, en cambio, continuaba en la escena anterior. Pocas veces me impacta de tal forma una onda sonora emitida por unos parlantes de baja calidad, mal atornillados al techo de un local de comidas rápidas.


Una Flaca

Ella. Con esa teta apenas bultosa que pretende asomar sobre el escote mientras cae de su cuerpo flaco, se transforma en un detalle increíblemente sensual y en un momento tan valioso como para recordarlo en éstas líneas. Vuelve a agarrar el celular y la mueca de su cuerpo sentado improvisa de la nada la imagen de una ninfa. Es que cada mover suyo transforma mi sentir en un fénix incansablemente resurgente.
Más líneas sigue generando ella. Que, para la perdida vida de un escritor (todavía no confeso), es más que una musa -o mejor- una moza que nunca compartirá otro momento con él más que sobre éste papel, ni más allá de alguna fantasía.
Levanto la cabeza y aparecen más líneas en el papel e incluso muchas más dibujadas y animadas en mi sesera.
Uy! Cae la líbido de Freud. Se acaban las… líneas…
(Leer en slow-motion la línea siguiente)
Ahhhh´´iiiííííí… VViieeennneee ssusussssuuuu AAAaaaammiiiiggggaaaaa.
Está clarísimo que no es linda.


Pobre pela.

Un pelado con pinta de pseudo músico, pseudo gay, pseudo amigo de una mina a la que   -claramente- se quiere coger. El chabón se zarpa de chamuyo. El problema es que no se da cuenta que su actitud pedante, no hace más que secarle la zanja a su pseudo amiga mientras comparten la mesa en la que ya comieron. Dos conclusiones: Uno) El pelado hoy no coge. Dos) A ella No le importa su pito.
De fondo la guitarra enfundada está sentada y apoyada contra la pared, con la gorra del pelado tapando el clavijero. Mientras se ríe de la situación de su pseudo dueño, habla con la bolsa de ropa que está sentada enfrente y al lado de la pseudo amiga.
No te rías lector porque ya no pasa nada importante. El pelado se fue al baño. Ella juntó las cosas y cuando dieron las ocho, nunca se acompañaron. El pelado se acordó que la guitarra enfundada le había quitado la gorra en una broma pesada. Se la puso y se tomó el sesenta a Nuñez. Ella, el Subte a Catedral.


 Reflexivo

Creíste que era la suerte pero fue una serie de hechos encadenados los que hicieron que el resultado fuera de ese modo.
La hoja cuadriculada denota estructura y ya marca una forma y obliga a organizar. Y es probable que una mente se vea debilitada a la hora de asociar estructuras de diversa procedencia o a la hora de pensar creativamente. Por eso es recomendable comenzar a elaborar una idea sobre una hoja en blanco. Esto es para fomentar la asociación de una forma más libre y aleatoria. Salvo que una mente sea lo suficientemente ligera y estimulada para elaborar pensamientos diversos y de diversas procedencias, hilarlos, y, una vez que se ha tomado una distancia considerable entre un razonamiento y otro, ésta sea capaz de unirlos bajo un mismo concepto. He aquí la idea que no se les ocurre a todos. He aquí también, la capacidad de permanecer enfocado durante un lapso prolongado de tiempo manteniendo siempre la ubicación del rumbo con un objetivo claro y durante todo el recorrido del pensamiento. Por lo visto hasta aquí llegó mi foco. Porque no encontré nada más interesante para decir. Y algunos escritores dirían “¿es que todavía no terminaste la primera página y ya querés una calle? Seguí escribiendo y dejá de ser pretencioso y ansioso. La ansiedad nunca te ha llevado a buen puerto.
Otra  buena alternativa cuando se agotan las ideas es hacerse más preguntas.
¿Qué se entiende por “llegar a buen puerto”?
Llegar a buen puerto, en publicidad, es demostrar a través de una campaña que uno piensa diferente y que de esa manera llama la atención e interviene en la cultura de la gente con un sentido particular, en el mejor de los casos.
El hecho de que la influencia en la cultura tenga la exigencia de suscitar un sentido en particular, es algo que diferencia claramente a la Publicidad del Arte en sus sentidos más amplios. Ya que el Arte contempla la posibilidad de ser interpretado de diferentes formas y la publicidad necesita, a ultranza, de un mensaje lo más claro posible para que sea interpretado en un solo sentido: Vender algo.
Es tremendo cómo la ansiedad se comporta de un modo nocivo generando que los pensamientos tiendan a ser siempre conclusivos y no inclusivos ni transitivos. Muchas veces es necesario generar pensamientos transitivos ya que podría ser una buena alternativa en éste caso. Dado que al volver a ver el camino transitado una cualidad conclusiva puede ser de mucha utilidad o aplicable en diferentes partes del tránsito para poder decir muchas cosas distintas y, posteriormente poder formular varios conceptos para así elegir algunos de ellos (los más interesantes) y tener variedad a la hora de presentar un trabajo creativo. Versatilidad, gente, versatilidad de la materia gris. Muy difícil de conseguir y todavía más difícil de estimular debido a la vagancia innata del ser humano para utilizarla.